sábado, 4 de mayo de 2013

generalizar...


"Decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito debía tener unas 12397
mujeres en su mujer era difícil saber con quién trataba uno en ese pueblo de mujeres (...)"
                                                                    MujeresJuan Gelman

Hace unos años, en un curso sobre Virginia Woolf, me sentí profundamente ingenua. En el curso, inevitablemente hablamos del papel de la mujer  a colación de la obra y figura de la autora inglesa. Había allí reunidas diferentes personalidades del ámbito del feminismo y de la literatura de género que ante la pregunta de si teníamos conciencia de nuestro sexo, es decir, si nos definíamos como mujeres o como personas, exclamaron que cualquiera que dijera persona y no mujer estaba cometiendo algo así como un pecado mortal. "Pequeña, tú no quieres darte cuenta. Eres una mujer y cualquiera que te mire eso es lo que verá"
Yo, por aquel entonces, pensaba que sí, vale, era una mujer, pero ¿y qué? mi opinión, mis gustos y pensamientos ¿estaban necesariamente condicionados por  mi género? o peor aún ¿debían ser emitidas las opiniones de los demás hacia mi persona  bajo la premisa de que soy una mujer? En fin, aquello me sentó fatal. Yo que, hasta la fecha, jamás había utilizado la socorrida coletilla de "ah, claro, eres un tío/a y por eso piensas así". Yo, que había escogido la singularidad de cada individuo en lugar de generalizar, resulta que me había equivocado y no sólo eso, me habían incluido en un grupo que al parecer era el que iba perdiendo por goleada en ésta nuestra historia de la humanidad.

Y es que claramente las mujeres son las perdedoras. Películas como An education (2009, Lone Scherfg) lo demuestran. En ella vemos a Carey Mulligan interpretando el papel de Jenny, una joven que  ha sido criada por sus padres bajo una estricta educación con el propósito de ir a Oxford. En un principio el espectador puede pensar, "vaya que padres tan majos que en los años sesenta, cuando la liberación de la mujer no había hecho más que empezar, apuestan porque su hija se eduque y crezca como individuo pensante y autónomo y no como individuo dependiente y al servicio de". Pero no. La cosa no va por ahí. Y te das cuenta de que no cuando aparece un tipo apuesto, bastante mayor que ella y la seduce, y lo que es más importante, seduce a sus padres. Entonces Oxford deja de importar. Total, si el propósito de enviarla allí era para que consiguiera un buen marido

Pero es que en la vida real las cosas no pintan mucho mejor. En Dinamarca han estrenado un programa llamado Blachman que, por lo visto, consiste en que el presentador y un amigo suyo (va rotando cada semana, si no sería una crueldad para el resto de los amigos) se dedican a juzgar el cuerpo de mujeres que se presentan ante ellos con una bata de la que se desprenden para quedarse completamente desnudas ante su mirada picarona ( inocencia esos ojos no derrochan, créanme). Mentiría si dijera que el programa no me molesta pero, en realidad, lo que me irrita en grado sumo es la justificación de la existencia del mismo, que no es otra que ésta: “La idea es dejar que los hombres hablen de los cuerpos de las mujeres desnudas mientras que ellas están frente a ellos. El cuerpo femenino desea palabras. Las palabras de un hombre" Blachman en El País  Bien, he aquí una concepción de la mujer como cuerpo pero ¿y la réplica? ¿por qué se la ha callado? Porque evidentemente falta la otra mitad. Sé honesto y di que haces un programa como éste porque también, a tu juicio, a los hombres os gusta mirar mujeres desnudas y presumir de ello.

Porque generalizar conlleva cuestiones cómo ésta. Si las mujeres nos vemos reducidas a esposa-trofeo o a cuerpo que admirar o criticar eso reduce y simplifica a los hombres a marido-patrón o a viejo verde. Y, sinceramente, creo que como personas, hombres y mujeres, podemos ser mucho más que eso.




domingo, 24 de febrero de 2013

...amor


Cuando se escribe de amor hay que hacerlo con rojo, como la sangre y las amapolas, mientras se bebe ginebra. 
No sé por qué, pero la ginebra está en muchas de las películas, libros y poemas que hablan de amor.
La ginebra está en La Reina de África (John  Huston, 1951), es el gran amor de Charlie Allnut (Bogart) que bebe y bebe Gordon's sin parar hasta que Rose Sayer (Hepburn) la lanza por la borda y ocupa su lugar. 
La ginebra baña una de las páginas de Las Afueras  (Pablo García Casado, 1997), se mezcla con besos, sábanas y mañanas de domingo. Ginebra besos
La ginebra está en el centro de la conversación del relato de Raymond Carver De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981). Los cuatro amigos se reunen en torno a la mesa de la cocina frente a una botella de ginebra intentando encontrar una definición de amor, algo absoluto, o al menos una certeza de que lo que ellos creen que fue amor, en efecto, lo fue. Hasta que no se agote no se levantarán para ir a cenar. Evidentemente la ginebra se acaba antes de que llegue el consenso. Ni si quiera un cardiólogo tiene la clave.

Y estoy segura de que Quique bebía ginebra cuando la compuso..




viernes, 21 de septiembre de 2012

juventud...


 "Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer..."
Rubén Darío 
 
Cuando decidí volver a escribir en el blog pensé que lo mejor era cambiarlo por completo. Pensé que ya no era momento de tener un blog tan personal, que sería bueno hacer algo menos "subjetivo" que pudiera despertar el interés general. Así, empecé escribiendo entradas sobre libros o películas que estaba leyendo o había visto recientemente y decidí emparejarlos de manera que en realidad los tomase como pretexto de un tema concreto.
Y aunque la fórmula me gusta, hay veces, como hoy, que me resulta imposible reprimir las ganas de escribir una entrada sobre esta situación de mierda en la que nos encontramos. Quizás porque no he sido capaz de hallar ni libro ni película que refleje la situación actual de desconsuelo en la que muchos jóvenes españoles estamos. Por no encontrar, a veces no encuentras ni apoyo

Hace dos años leí ¡Indignáos! de Stéphane Hessel y no encontré nada en ese libro que me despertara una conciencia de nada. He encontrado más motivos para indignarme, rebelarme y luchar en los libros de Thoreau o de Capote que en ese libro, que, sin quitarle mérito, me parece tan soso que la mera relación con el 15-M se me antoja difusa y extraña. Aunque viendo en qué ha quedado el 15-M quizás tienen más relación de la que yo pensaba. El 15-M, fenómeno popular que tiene su base en el hartazgo de la sociedad española que sale a la calle y ejerce su derecho a protestar y que tras 6 meses acaba en un recuerdo de lo que pudo ser y no fue. Como mayo del 68. Quizás cuando pasen 10 años sirva como tema de alguna exposición de fotografía o algún ensayo literario. Ya veréis...
No sé vosotros, pero yo no veo preocupación en los políticos de nuestro país por el paro juvenil, no los veo lamentarse y preguntar cómo hemos llegado a esto, cómo un país puede tener la mitad de los jóvenes entre 18 y 30 años en paro, cómo puede haber personas con estudios universitarios sin trabajo y cómo podemos permitir que una generación entera vague sin dirección, exista sin más. A eso nos vemos reducidos, a la mera existencia y casi tenemos que dar las gracias. 
Algunos no tenemos paro, otros teniendo derecho no lo disfrutan porque tienen padres que pueden mantenerlos, otros van de bar en bar dejando curriculums y les dicen que no son los primeros licenciados que han llegado buscando trabajo, otros discuten con sus padres porque se niegan a aceptar cualquier trabajo, porque ellos no han estudiado una o dos carreras para acabar fregando platos o haciendo pizzas. Y que se moleste quien quiera, no, yo no he ido a la universidad para acabar así. Aunque posiblemente, acabe así, haciendo pizzas, repartiendo publicidad, friendo patatas, dando clases particulares o limpiando suelos y teniendo, además, que sentirme afortunada por tener un trabajo. Y eso es triste, es muy triste.

Y lo más triste de todo es pararte a pensar en cuando eras pequeño, hacer un ejercicio de memoria y recordar las veces en las que te dijiste a tí mismo que estudiar era la única opción, que sólo hay recompensa para quien hace bien las cosas, recordar las veces que oíste lo difícil que era en tiempos de tus abuelos estudiar una carrera, ser consciente de lo duro que lo tuvieron tus padres, recordar a tu abuela decirte " tú vales mucho" y creértelo y pensar "me voy a comer el mundo". Y no. Nada de eso. 
Acto seguido, arrepentirte de todas y cada una de las decisiones que te empujaron a estudiar esa carrera o una carrera en general. Pensar, ¿Por qué no habré estudiado una FP? Hacer un ejercicio de conciencia y examinar cuanta culpa tienes tú mismo de la situación en la que estás y finalmente, darte cuenta de que no eres el único pero que aunque la culpa no sea nuestra, nos vamos a comer la mierda solitos. Nadie se preocupa de nosotros. Molestamos en las estadísticas, molestamos al gobierno y molestamos a nuestros padres. Llegado a este punto, nos venden como solución el extranjero y hablas con cualquiera en tu misma situación y lo único que oyes es "cuánto daño ha hecho españoles por el mundo". Te preguntas si la solución está en el exilio y aunque sabes que no, llegas a la misma conclusión. Sobramos

"Side with the seeds"  Wilco