jueves, 15 de marzo de 2012

prejuicios...




El domingo fui a ver "My week with Marilyn" (Simon Curtis, 2011). No es una gran película, creo que la mayoría estará de acuerdo conmigo en eso, sin embargo, es agradable ver una película motivada por un personaje femenino mundialmente conocido que no necesita un biopic para volver a la popularidad, porque nunca ha dejado de serlo, y que lo que pretende en realidad es enseñar la otra cara del mito. Y eso, bueno, casi, casi lo consigue. 

No sé cuanta gente sabe que Marilyn no sólo era una ávida  lectora, sino que también escribía y mucho. Notas, cartas y poemas que aparecieron hace poco tiempo compilados en un volumen llamado "Fragmentos" en la editorial Seix Barral. Tampoco sé cuanta gente conoce que Truman Capote era muy amigo de Marilyn y que, además de dedicarle un precioso retrato "Una adorable criatura", se inspiró, en parte, en ella para su famosa novela "Breakfast at Tiffany's". Todo esto es real y humano y sin embargo, por encima de ello prevalece la figura idealizada de Marilyn Monroe como sex symbol. Parece que nadie quiere a la Marilyn real, a la imperfecta y frustrada muchacha que a veces se asoma en la película tras la cara de Michelle Williams. Hecho, por otro lado, del que ella misma se lamentaba.
La película trata sobre el rodaje en Londres de "El príncipe y la corista". Dos años antes, en 1956, Elia Kazan rodaba "Baby Doll", con guión de Tennessee Williams y Marilyn habría dado lo que fuera por hacer el papel que se llevó Carroll Baker.

"He said that 
I've become so deified 
as a sex symbol 
that public never accept me as 
a virgin and as a nineteen/twenty year old"

 (Me dijo que me habían deificado tanto como sex symbol que el público nunca me aceptaría como una chica virgen de diecinueve o veinte años)

Marilyn sufre ser Marilyn. Y esto lo deja muy claro Tabucchi en el prólogo de "Fragmentos": "porque quien es demasiado sensible e inteligente conoce los riesgos que implica la complejidad de lo que la vida escoge para nosotros o nos consiente escoger, es consciente de la pluralidad; de que estamos hechos no sólo con una naturaleza doble, sino triple, cuádruple, con las mil hipótesis de la existencia. Éste es el gran problema de quienes sienten demasiado y comprenden demasiado: que podríamos ser muchas cosas, pero la vida es una sola y nos obliga a ser una sola cosa, la que los demás piensan que somos".

Lo que los demás piensan que somos es el hilo argumental de "12 hombres sin piedad" (Sidney Lumet, 1957). Una película que trata sobre la búsqueda de la verdad pero desde cero, desde la nada. Fuera primeras impresiones, especulaciones y prejuicios. De ello se encargará el personaje de Henry Fonda que va poco a poco, a lo largo de los 97 minutos de la cinta, socavando los prejuicios de cada miembro del jurado, con más o menos dificultad, hasta que, finalmente, los prejuicios son barridos de la mesa por una ráfaga de viento. Excelente metáfora cinematográfica tan necesaria a veces en la vida real.

Al igual que un prejuicio no puede ser nunca base de un juicio racional, una persona no puede ser una única cosa. La lógica no sirve a la hora de enfrentarse a los seres humanos, ya que uno puede ser una cosa y su contrario al mismo tiempo. Y si no, que se lo digan a Marilyn.