martes, 7 de febrero de 2012

la rebelión ...



Rousseau decía que si el hombre es desgraciado es por cuestiones políticas y sociales, en nada depende de la naturaleza de las cosas. 

Bien, pues no se me ocurre un momento más adecuado que el actual como ejemplo de la veracidad de dicha sentencia. Venimos arrastrando esta desgracia desde lejos, a veces, nos rebelamos, siempre individualmente, de manera fragmentaria y claro, unos lo consiguen y otros no.

Los 400 golpes (Truffaut, 1959) es un ejemplo de la rebelión, de la fuerza de la juventud, de la lucha contra todas las fuerzas exteriores que oprimen al individuo en su intento por integrarlo en el sistema, en un sistema aburrido, falso y decadente. Con instituciones que apestan a podrido (familia, educación, sociedad...) hasta la ciudad necesita ser redescubierta con los ojos de la infancia, las oportunidades que nos ofrece, el camino que se nos abre por delante. El grito de Antoine Doinell como individuo es el grito de Truffaut como cineasta del siglo XX. Algo va mal cuando el mundo va por un lado y las personas por otro. Godard se lo dijo al establishment (del cine),  "no sabéis hacer cine porque ignoráis lo que es el cine (...) Quince films nuevos, valientes, sinceros, lúcidos, hermosos, cerrarán el camino a las producciones convencionales. Porque si bien hemos ganado una batalla, la guerra no ha terminado aún". Este gesto de rebelión, como se ve, requiere un un cambio, sin embargo, no hay cambio sin compromiso. En Los 400 golpes, y en el cine francés de la Nouvelle Vague, parece que los protagonistas está dispuestos a asumirlo.


Ampliación del campo de batalla (Michel Houellebecq, 1994) es un producto de la misma realidad desgraciada y lamentable. La historia de un "Antoine Doinell" adulto y asqueado, demasiado cansado para luchar, demasiado deprimido para creer que la lucha sirve de algo, demasiado tarde para hacer nada. Hay una cita de Roland Barthes en la novela que resume perfectamente el sentimiento que envuelve al protagonista y en general a toda la historia, "de pronto, me fue indiferente no ser moderno". Nuestro protagonista se ha rendido, no ha visto el mar o aún habiéndolo visto, no ha sido suficiente, el sistema lo ha noqueado.

Y yo me pregunto, ¿Qué nos queda? Pues quizás volver la mirada a gente como Thoreau y asumir de una vez el deber de La desobedencia civil. 

"Youth grasps at happiness as an inalienable right"
H. D. Thoreau

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, bueno... Ya hablaremos tú y yo seriamente sobre esas proclamas revolucionarias...
David.

BBarte dijo...

David, no te desestabilices...:)
Muy buena entrada, Cris. Te sigo leyendo!!